Para escribir hay que LEER. Y no solo esa clásica literatura que ya fue consagrada por universal y humana, sino también a los congéneres, a los que intentan en este momento manifestarse a través de la palabra.
Y ESCRIBIR. La práctica perfecciona la técnica. Y, si bien quizás no mejore lo que uno tiene para decir, seguramente mejorará la manera. Y al escribir, más aún con ánimos literarios, uno se preocupa por el contenido pero también por la forma. Se busca la palabra oportuna, la descripción fehaciente, el recurso atinado.
Por otro lado, leer a los contemporáneos nos ayuda a chequear que no estamos solos en el análisis de lo que pasa alrededor. O lo contrario.
Con respecto a lo que uno quiere DECIR, creo que, si bien cada uno tiene una percepción distinta de los estímulos, más o menos todos vivimos experiencias similares, todos tenemos miedos parecidos y sentimos igual.
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Ni onomatopeyas, ni interjecciones, ni palabras hirientes, ni pedanterías. Como si fueran mi papá.