Río, sufro, cago, descanso e, incluso, algunas veces, me como los mocos.
Mis alas de gallina agitan puro polvo.
Y nada más.
Esperaba ser fuego. Y, con el tiempo, me convertí en heladera.
Me da miedo la crueldad;
la barbarie de los presumidos e insensibles, que pierden el pescuezo
espiando al forastero y rechazando al diferente
la bestialidad de los que aman ser ellos mismos,
porque son iguales a todos.
Soy tan estúpida como feliz.
Aunque por períodos me salen unas lágrimas que rocían mis campos resecos.
Y algunos los llaman períodos menstruales.
Yo imagino que se despierta mi espíritu sentimental.
Pero algunos siempre tienen la razón .
Creo que, por sobre todas las cosas,
amaré la imagen del mar hasta que me inunde.
Aunque repudie los ojos inquietos y los cincelados culos danzantes.
Aunque repudie al veraneante reptil y su estirpe de lagartos.
Aunque me duela la arena en las plantas
y me salgan manchas por no usar protector en la espalda.
(No llego y tampoco Nadie)
Pero voy campante por los trayectos que se presentan.
Cantando apagadito para no aturdir a Nadie.
Nadie me escucha atentamente y le gusta como canto.
Tengo suerte.
Soy dueña de algo que no puede ser jamás robado.
Si. Es inevitable amar ciertas cosas, aunque repudiemos parte de lo que trae consigo.
ResponderBorrarY hacés bien en imaginar que se despierta tu espíritu sentimental, es mejor que pensar que sólo es una cantidad molesta de sangre, saliendo en momentos y lugares incómodos. Yo también sostengo que pasa algo más.