Soy docente. de alguna manera inexplicable y confusa me recibí de profesora. Estudié con sumo afán y muchísimo interés nuestra lengua, nuestra literatura. Descubrí un amor casi irracional por las letras, por la sintaxis, la evolución de la lengua, la etimología de cada palabra, por la búsqueda de un sonido armonioso, por los distintos mundos creados por el hombre mediante su lenguaje. Y me encontré bien dispuesta a germinar en otros la misma pasión.
Del mismo modo inexplicale y confuso conseguí trabajo. Me olvidé de las tradiciones y fui el profesor que habría deseado tener. Como a todo joven, el colegio me había resultado una tortura; el miedo, las materias incomprensibles, las aburridas, la poca buena voluntad de algunos docentes, los exámenes, las amonestaciones, los castigos, los escarmientos. Me planteé seriamente cambiar esa cara negativa que la educación me había mostrado para demostrarles a los nuevos jóvenes que no todo debía ser tensión y terror en la escuela.
Fui el profe copado, buena onda, los alumnos me tuteaban, me consultaban con suma confianza; se generaba, así, un buen clima para disertar sobre todos sus intereses. Pero, con el paso del tiempo, las dudas sobre mi desempeño fueron creciendo. ¿Mis alumnos estaban aprendiendo?, ¿mi metodología era la correcta? ¿lograba despertar interés y curiosidad en ellos? ¿tenía las herramientas suficientes para llevar a cabo mi empresa? ¿pretendía luchar contra el desgano adolescente toda mi vida?
A medida que pasaron los años en el ejercico de esta profesión, mi actitud se fue modificando. Mis sonrisas llegaban en diciembre, hice que los alumnos devoraran hoja tras hoja ciertos libros, exigí respuestas concisas y correctas y resigné mis expectativas ante el peso omnipotente de una vieja y arraigada tradición: la de que el hombre trabaja mejor bajo presión.
vos fuistes en algún momemnto una profe copada?
ResponderBorrardudo, eh. dudo...
(yo comento en entradas viejas, espero que lo leas igual):
ResponderBorrarDebe ser muy difícil intentar cambiar la tradición y llegar de otra manera a los pibes.. (Lo ví con muchos profesores míos que se frustraban cuando no lograban lo que querían siendo copados), pero creo que la gratificación está en que, cada tanto, uno que otro se cope en serio y germine en él la pasión por las letras, la buena voluntad...
Y, si no, mandalos a diciembre.
Por trolos.