martes

La mujer lloraba y lloraba. Su marido, preocupado, le preguntó qué sucedía.
El hombre reía y reía. La mujer, extrañada, le preguntó qué le pasaba.

Imposible

Él le dijo que ya no la quería.
Ella dijo que eso no era posible.
Él se quedó con ella.
Ella ya no lo quiso.

sábado

No somos tan distintos

Para escribir hay que LEER. Y no solo esa clásica literatura que ya fue consagrada por universal y humana, sino también a los congéneres, a los que intentan en este momento manifestarse a través de la palabra.
Y ESCRIBIR. La práctica perfecciona la técnica. Y, si bien quizás no mejore lo que uno tiene para decir, seguramente mejorará la manera. Y al escribir, más aún con ánimos literarios, uno se preocupa por el contenido pero también por la forma. Se busca la palabra oportuna, la descripción fehaciente, el recurso atinado.
Por otro lado, leer a los contemporáneos nos ayuda a chequear que no estamos solos en el análisis de lo que pasa alrededor. O lo contrario.
Con respecto a lo que uno quiere DECIR, creo que, si bien cada uno tiene una percepción distinta de los estímulos, más o menos todos vivimos experiencias similares, todos tenemos miedos parecidos y sentimos igual.

viernes

Caín

La envidia me produce cierta tristeza. Y miedo. Ser envidioso es sumamente cruel. Necesitar lo que tiene el otro para realizarse debe ser una finalidad tristísima para el que así siente. ¡Qué tremenda espina abruma el sentir del envidioso! Nunca seremos el otro, poseer lo ajeno no nos libera de nosotros mismos. Por eso, el envidioso vive con la espina de la infertilidad.
Entendí algo así cuando leí "Abel Sánchez" de Unamuno. Joaquín, el Caín, el envidioso, era una víctima, más allá de que la justificación de su envidia fuese que dios lo había dispuesto así, el dolor de Caín es vergonzoso para él, posteriormente para su estirpe. Y es un sentimiento deleznable, jamás satisfecho, solo puede generar tristeza, así como la conformidad puede brindar cierta paz o la generosidad y el altruismo, satisfacción y felicidad.
El envidioso odia. Esto puede desencadenar en asesinato, como es el caso del Caín de Unamuno. O, simplemente, derivar en la sempiterna frustración del envidioso. La intranquilidad lo subyuga. De esta forma, su accionar está medido por el otro, por el que posee lo que el envidioso desea. Y, como toda pasión, no lo deja en paz.
El que envidia, reniega de su yo. Nunca encuentra satisfactorio lo que posee, aunque posea el oro y el moro. Incluso, su perfección anímica o intelectual se ven deslucidas por las cualidades que posee el envidiado. La envidia es producto y causa de una gran insatisfacción.

Las personas le temen a la envidia. Le atribuyen ciertos poderes negativos que se combaten con cintas rojas o amuletos, como si del mismísimo demonio se tratara. Es que su fuerza se arrastra de por vida, como una pesada carga, de ira, de odio, de pasión, capaz de matar.
La envidia es maldad y puede hacer mucho daño. Pero el mayor damnificado es el envidioso. Porque no vive.

martes

La guerra de los sexos

La guerra de los sexos está perdida para el tímido.
Sueña alto, obviamente. Pero ese sueño se torna imposible dada su limitación.
¿Cómo podría hacer el tímido para chamuyarse a una linda chica? Seguramente, lo planea, conoce el discurso apropiado. También, imagina el momento del cruce, la casualidad que los hace chocarse en la calle, en el subte, en la facultad. Tiene calculado el choque de película que ha visto mil veces.
Pero, es humo.
Lamentablemente, el golpazo no se produce. El ego del tímido, otra vez, se ve reducido a cenizas. Porque la realidad es que nunca va a tener a la chica de esos sueños. Su mujer será un paliativo, una compañía. Siempre deseará a la otra, a la única que nunca pudo tener.
Queda el consuelo de que ninguno de nosotros, ni tímidos ni extrovertidos, conquistamos al de nuestro sueño.
Si así lo hiciera alguno de ustedes, bienvenido sea el milagro, la excepción.

miércoles

No soy antipática, soy tímida

En realidad, no tengo que explicarle nada ni pedirle perdón a nadie, más que a mí misma.
No soy antipática, soy tímida. Si no saludo, hago un rodeo enorme de cuadras para no cruzarte, no es porque no te soporte sino porque no quiero enfrentar ese momento. Me niego totalmente a generar esa conversación infructuosa. Si no voy a esa fiesta, es porque sé que, de cualquier forma, siempre llego muy temprano o muy tarde. Y, en el primer caso, me muero de vergüenza y en el segundo también. Si no te enfrento, si no me quejo, si no peleo, es porque me da vergüenza. Porque de repente siento que toda la cara me estalla de calor, que mis manos sudan y crecen mis orejas. Principalmente, porque siento que me faltan las palabras y no puedo pensar.
He pasado por soberbia, por antipática, por antisocial. Pero no son esos defectos que yo posea. O sí. Pero, con seguridad, el germen de todos ellos es esta imposibilidad de ser yo en el mundo.
Muchas veces me encuentro pensando en la cantidad de vidas que podría haber recorrido sin esta tara. Añoro un yo que es imposible de construir. Es esta actitud perdedora la que, obviamente, me direccionó hacia el fracaso. O, en realidad, a realizar un análisis poco esperanzador de mis triunfos.
La timidez debería ser considerada madre de muchos horribles defectos: el perfeccionismo (el yo permanece en un plano ideal difícil de alcanzar), la envidia (el otro puede ser y actuar a su antojo a diferencia de nosotros), la comparación (el tímido pone, por encima de su placer, la mirada del otro), la soledad, la desconfianza, la misantropía. A su vez, el tímido, tan silencioso e imposibilitado de llevar a cabo una exposición, pasa por estúpido, por corto.
Y la verdad es que los tímidos solo tienen miedo de ser, ante los demás, todo lo que concluyen por parecer. Tenemos.

martes

Escritos sobre la timidez

El tímido tiene un impedimento fatal para llevar a cabo las acciones que su mente proyecta y desea. Sus actos mueren en el sueño, en la ilusión, ya que todas sus ideas se quedan en ideas. El tímido tiene una fuerza superior que lo restringe y contra la cual no puede luchar. Su memoria, por lo tanto, guarda recuerdos solo de las frustraciones o de las imposibilidades. A veces las disfraza y las reinventa. Se transforma de esa manera, únicamente en el plano de las ideas, en aquello que ha deseado ser o hacer.
En definitiva, el tímido no vive más que en la idea. No existo porque pienso, existo porque actúo. Entonces, el tímido no existe. El tímido no es. El tímido nunca llega a ser.
Detrás de una persona que sufre por su timidez, se encuentra un ser sensible, cobarde, temeroso. El dolor, el error, la desaprobación son trabas durísimas para el vergonzoso.
Lo sé. Soy tímida. Con el correr del tiempo, algunas situaciones se superan. Otras se tornan retos imposibles.
Mi mamá y mi papá son seres tímidos. No hablan, no tienen amigos, ni siquiera visitan a sus familiares. Son seres solitarios que se unieron. A esta altura de sus vidas, no hay mucho por superar, los sueños a alcanzar duermen para siempre en la memoria. Pero cuando estás en esa edad entre la juventud y la adultez, cuando todavía podés hacer algunas cosas pero el tiempo empieza a apremiar, la timidez es la mayor de las desventajas.
Un tímido, lo sé, se muerde los labios o las uñas o el capuchón de la birome, haciendo fuerza para superarse a sí mismo. Encuentra soluciones en el acohol, las drogas, la magia, el autoconvencimiento. Soluciones, ciertamente, vanas, porque no sirven para nada.

miércoles

Soberbia

No te vas a llevar ninguno de tus premios a la eternidad.
Ni vas a ver después de muerto la estatua que te eterniza.

domingo

Interpretación de un texto de Grondona

En enero de este año, el vicepresidente Boudou gozaba de una imagen positiva del 56 por ciento contra un 23 por ciento de imagen negativa, pero en abril estas cifras se revirtieron puesto que, al preguntárseles a los ciudadanos si consideraban a Boudou culpable o inocente en el caso Ciccone, mientras que el 32 por ciento de los encuestados lo creía culpable, un 35 por ciento tenía dudas sobre su comportamiento. El 67 por ciento de los encuestados pasó a tener así una imagen MÁS O MENOS (MÁS O MENOS, QUÉ SE YO, PONELE) negativa de Boudou, y estas cifras se SEGUIRÍAN (QUIZÁS SÍ, QUIZÁS NO, ANDÁ A SABER) agravando en las encuestas de mayo, en tanto que del 15 por ciento que aún lo creía inocente, una alta proporción correspondía al segmento JUVENIL FEMENINO (MACHISMO AL PALO, LAS MINAS SIGUEN VIENDO A BOUDOU COMO INOCENTE, PORQUE EL VICE ES MUY LINDO, ADEMÁS LAS MUJERES SON ESTÚPIDAS). Esta cuenta contrasta fuertemente con el leve desgaste en la imagen de la Presidenta, quien ha descendido del 54 por ciento de aprobación obtenido en las elecciones de octubre de 2011 al 41 por ciento actual. Los números que aquí consignamos reflejan el promedio entre las principales consultoras de opinión, lo cual explicaría por qué, en lugar de dejar a Boudou en la Presidencia durante su viaje relámpago a Angola, Cristina confió el sillón de Rivadavia a la presidenta provisional del Senado, Beatriz Rojkés de Alperovich, tercera en la línea de sucesión, mientras el vicepresidente viajaba a Suiza (EL VICE NO PUEDE ESTAR EN SUIZA, RECIBIENDO UN PREMIO, Y OCUPANDO LA PRESIDENCIA PROVISIONAL DEL SENADO AL MISMO TIEMPO,¿O SÍ?).
En tanto que el suave descenso de Cristina podría reflejar un desgaste natural cuando se pasa de las promesas electorales a la realidad, la abrupta caída de Boudou en las encuestas parece estar ligada al escándalo Ciccone, del que recibimos noticias cada día más graves (¿COMO CUÁL?). Estos números reflejan por su parte el cumplimiento de una ley que podríamos formular del siguiente modo: cuando la economía se enfría, y sólo cuando se enfría, renace un tema que, en tiempos de bonanza, la opinión pública tiende a relegar (¿DE QUÉ ENFRIAMIENTO HABLA?). Estamos hablando de la corrupción...

Mariano Grondona

miércoles

Elemental

Todo nos resulta elemental después de haber leído la resolución. Por eso, a veces se nos ocurre que la vida sería más justa si viniese con una última página de soluciones. De esa manera, uno tendría la posibilidad de hacerle trampa a las experiencias difíciles. O no, decidir reflexionar al respecto, resolver, fijarse en esa página y corregir. O no fijarse jamás y vivir pensando como encajar una palabra con otra para resolver, por ejemplo, el crucigrama de la conversación.

Pero no, la vida nos niega esa trampa. Hay que experimentar para aprender. Hay que aprender para actuar mejor en situaciones similares; aunque, si bien se repiten, no son las mismas. El eterno retorno viene tan disfrazado que resulta difícil reconocerlo.