Todo nos resulta elemental después de haber leído la resolución. Por eso, a veces se nos ocurre que la vida sería más justa si viniese con una última página de soluciones. De esa manera, uno tendría la posibilidad de hacerle trampa a las experiencias difíciles. O no, decidir reflexionar al respecto, resolver, fijarse en esa página y corregir. O no fijarse jamás y vivir pensando como encajar una palabra con otra para resolver, por ejemplo, el crucigrama de la conversación.
Pero no, la vida nos niega esa trampa. Hay que experimentar para aprender. Hay que aprender para actuar mejor en situaciones similares; aunque, si bien se repiten, no son las mismas. El eterno retorno viene tan disfrazado que resulta difícil reconocerlo.
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Ni onomatopeyas, ni interjecciones, ni palabras hirientes, ni pedanterías. Como si fueran mi papá.