martes

Mierda

La comparación entre el razonamiento y el sistema digestivo no se me ocurrió a mí. ¡Qué mierda tengo en la cabeza!

Nos nutrimos de la observación, de las experiencias vividas, del análisis de las acciones propias y ajenas, de las reacciones ante los estímulos. Masticamos información, deglutimos argumentos, todo forma una masa ideológica y, finalmente, cagamos una conclusión.

Y, sin embargo, que alejada está de nosotros la realidad. Permanece remota e inmutable como si no quisiese ser asida, como si pretendiera de nosotros esa búsqueda incansable e infructuosa.
Dudo que exista hombre o mujer, más allá del filósofo y su continuo pensar, me refiero a un hombre o a una mujer cualquiera, que no se haya preguntado acerca de su existencia en el mundo, del por qué, del para qué, de su pequeñez y de su grandeza al mismo tiempo. Y, sin embargo, ninguno obtiene una respuesta contundente. Como nos sucede con el plato sabroso. Los sentidos todos lo disfrutan, principalmente el gusto. Pero, una vez devorado, el plato se transforma en un recuerdo, difícil de revivir.

Finalmente, llega la muerte que es cuando nos damos cuenta de que toda esta fábula no tiene por qué dejarnos ninguna enseñanza. Nacemos derecho a la muerte. ¡Y cuánto tiempo caminamos creyéndonos alejados de ella! Ese caminar que no cesa. Esa infructuosa manera de negar el tiempo. Un tiempo que creemos controlado en números. Y nos creemos inmortales, escapándole. Nos matan, nos asesina una enfermedad, la debilidad de nuestra carne, se van nuestros amigos, nuestros padres. Se despiden los hijos. Los hermanos.

Y si me pregunto qué tiene que ver el sistema digestivo con esto, solo puedo responder que entre tanta observación y tanta inteligencia creadora dando vueltas, las respuestas son una mierda.

1 comentario:

  1. Lo intenté, pero me fue imposible adoptar una postura paternal viendo esos faroles.

    ResponderBorrar

Ni onomatopeyas, ni interjecciones, ni palabras hirientes, ni pedanterías. Como si fueran mi papá.