La lluvia me trae recuerdos de la infancia, de cuando íbamos a Beguerie y cerraban los caminos.
Después, se murieron mis parientes o se fueron del pueblo a otro pueblo. Y ya no llovió más. O llovía igual, pero ya no cerraron los caminos. O sí los cerraban.
La cosa es que cerraron el ferrocarril y ahí se murió el pueblo y ya no hubo caminos para embarrar.
La pasábamos muy bien.
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Ni onomatopeyas, ni interjecciones, ni palabras hirientes, ni pedanterías. Como si fueran mi papá.