Las cosas que hacemos, que pensamos, sentimos, no tienen el grandísimo valor que les otorgamos o que les otorgan otros por nosotros. Sé que voy a sufrir cuando algún ser muy querido fallezca pero, al instante, voy a querer ir al bañoo bostezar. Aunque no quiera dormir o quiera no comer, al final voy a concluir por ceder a la fuerza natural. Y esa fuerza que se repite a diario, me da la pauta de la estupidez de todas las cosas. Y si yo le imprimo, para variar la cotidianeidad, un toque de locura, me tiño el cabello, me compro el último modelo de algo, me voy de viaje con mi mochila, son todos hechos que, en sí mismos, llevan el sinsentido de la existencia.
Allá, en la muerte, todos esos gustos, placeres, experiencias vividas, aprendizajes, desconocimientos, no le importarán a nadie y menos a mí.
Por lo tanto, ante la pregunta acerca del por qué de las cosas, la respuesta es porque se me canta, porque no me queda otra, porque es lo que hay. Y si quedara otra, sería tan estúpida como esta.
Buscaré la felicidad, sí, pero sin negar que es tan efímera como el dolor, que miles de otras felicidades me quedan vedadas por esa elección, que no conoceré nunca la verdad de las cosas, de mí misma, de nada.
De esta manera, pierde peso el valor de la vida, todo lo que tengo, lo que soy, aquello en lo que la sociedad me ha convertido, no significan nada. Porque a su vez significan todas las cosas que ya no seré, que nunca tendré.
¿Cuál es el sentido de la vida, entonces? Ninguno.
Por eso, cualquier cosa le otorga sentido a la existencia. Encontrarse una piedra, encender una luz o un cigarrillo, oler una flor. Esas cosas son y son lo que no son.
Probablemente, no sea así como digo.
es todo muy cierto, aunque hay algo mas tambien, que hace de la suma de todo el sin sentido, un sentido, ajeno a la razon,claro. algo como nebuloso y con dejos de claridad.. como la misma palabra..sentido..
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